lunes, 27 de julio de 2009

¿Qué ha pasado?

Desde hace unos días no dejan de aparecer en los telediarios, en los periódicos, noticias terribles, brutales, escandalosas, en las que grupos de menores, mejor dicho de niños, se dedican a perpetrar todo tipo de salvajadas, como asesinatos, violaciones, agresiones de todo tipo contra otros menores, incluso contra menores que a la vez sufren algún tipo de discapacidad. Por ejemplo, citar el reciente caso del grupo de menores (algunos de ellos de trece años) que violaron a una niña (doce años) que padecía cierto retraso mental.

Esto es muy grave, pero lo que me parece aún peor son las reacciones que se producen por parte de nuestra calaña política, donde todo vale para tirárselo al otro a la cabeza, incluso esto. Ahora unos aprovechan la ocasión para criticar la ley del menor y pedir que se reduzca la edad penal, que se endurezca la ley y poco menos que metan a los menores en una cámara de gas. Sinceramente creo que hay que tener la cara como el diamante para salir diciendo esto cuando la ley del menor se modidfica casi anualmente desde que se aprobó (incluso se modificó antes de empezarse a aplicar) y no ha surtido ningún efecto sino todo lo contrario.

Un político responsable, mejor dicho, una persona coherente, porque lo primero se extinguió, cuando escucha o se entera de este tipo de noticias, lo que tiene que escandalizarle no es que el niño, el asesino, el violador, o como se le quiera llamar, vaya a quedar impune por lo que ha hecho. Lo que, sin duda debe hacerle poner el grito en el cielo es cómo demonios un niño de trece años puede llegar a hacer algo así. Esa es la verdadera pregunta que uno debe hacerse si de verdad quiere resolver el problema; ¿qué ha pasado?, ¿por qué un día un niño de trece años decide que va a violar y matar a una niña?, ¿o por qué siente ese impulso?. En mi opinión, esto en modo alguno es una cuestión legal, sino social, es una cuestión de ética, de valores, algo que en estos tiempos suena a algo antiguo, a restrictivo, a conservador.

Nos hemos convertido en una sociedad en la que todo vale, porque si no se te tachará de reaccionario, de intolerante, de fascista y esto es lo que tenemos, lo que algunos se merecen y sin embargo, sufrimos todos. Hemos ensalzado unos valores equivocados y apartado otros que son esenciales, no queda claro lo que está bien y lo que está mal, y eso en un niño de trece años es fatal. Otro tema importante es la frivolización de la sexualidad que se hace hoy. Vuelvo a lo mismo, al todo vale, a esa libertad mal entendida de la que ya he hablado alguna vez. La sexualidad se ha desnaturalizado, se ha convertido en otra cosa distinta, se ha distorsionado su sentido, incluso para un adulto, así que podemos hacernos una idea de lo que puede pensar un niño de la sexualidad con lo que se ve y se escucha.

Debemos parar esto, debemos volver a empezar porque las cosas no van bien. Desde mi punto de vista, insito, esto es un problema de educación, de mala, malísima educación, no ya solo por parte de los padres que, por descontado lo es, sino por parte de toda la sociedad representativa. Los que deberían ser un ejemplo no lo son, son un modelo a evitar. Hay que callar a esos que predican esa idea contaminada de libertad, libertad en la que cabe todo, el bien y el mal y cambiarla por la idea de libertad para desarrollarse de manera sana y natural en todos los sentidos, en el plano físico, intelectual, sexual, afectivo.

El hecho de cambiar una ley no solucionará nada, pues no influirá en la mente de un niño para que no cometa una cosa así, porque probablemente desconocerá la ley, la nueva y la antigua. Como ya he dicho el problema es mucho más profundo, aunque el solucionarlo no es tan rentable políticamente hablando, lo rentable es decir que yo fui el que endurecí la ley de responsabilidad penal del menor, o el que redujo la edad penal hasta los doce años.

En fin, este, como muchos otros problemas que padecemos son problemas con difícil solución, no por el problema en sí sino porque no hay la más mínima voluntad de resolverlo, no interesa, no lo suficiente. Cuando le interese a quien parece ser que tiene que interesarle otro gallo cantará, mientras tanto seguiremos aquí, palabras contra el viento...